Se entiende por esclavo al ser humano privado de su libertad, por estar sometido a la potestad de un amo. El esclavo es, un hombre pero no una persona, ya que no está alcanzado por las normas jurídicas, que no le imponen derechos ni obligaciones. Es una cosa, un objeto, una mercancía, por lo tanto, se puede comprar y vender.
Roma, no puede considerarse esclavista hasta mediados del siglo III a. C., cuando inició la conquista de un imperio más allá de sus fronteras.
En un principio, los esclavos, poco numerosos, convivían en la casa familiar, compartiendo el culto y los trabajos. Es a fines del siglo III a. C., cuando el número de esclavos aumenta, como consecuencia de las guerras de conquista, se los mantiene alejados de la casa familiar y crece la tensión en relación al sometimiento.
Había diferencias sociales entre los mismos esclavos. No era lo mismo ser esclavo por motivo de guerra, que ser nacido de mujeres esclavas. Estos últimos recibían el nombre de vernae y gozaban de cierto prestigio que los distinguían de los primeros. Otro modo de obtener esclavos era el abandono de niños, quienes los recogían eran libres de hacerlos esclavos si así lo deseaban.
También el comercio a larga distancia, con pueblos y comunidades más allá de las fronteras del imperio, era para Roma un modo más de abastecimiento de nuevos esclavos. El historiador Procopio constató la costumbre de los comerciantes romanos de cambiar sal y granos por esclavos.
En el año 22 a. C., dos tribus hispánicas, los satures y los cántabros, se rebelaron contra el poder romano. Rápidamente fueron contenidos y reducidos a la esclavitud, pero muchos prefirieron el suicidio antes que el sometimiento.
Los romanos también podían caer en esclavitud si otros pueblos los vencían. Así, en el año 28 d.C., un contingente de 400 tropas romanas, se dio muerte antes de arriesgarse a ser conquistados por los frisones.